Frente a los detractores de la comida recalentada que blasfeman al punto tal de afirmar que provoca cáncer y produce intespestivamente un deseo irrefrenable de ir al trono; estamos nosotros, aquellos íntimos amigos del baño maría y de las noches que no se prestan para volver a cocinar. Estamos aquí para declarar nuestro respeto en primer lugar a la cocina de la abuela. Cualquier abuela en el orbe terrestre elabora exquisiteces difíciles de superar por cualquier ser humano. Son seres especiales que vinieron a la tierra a darles algo más a nuestros paladares y en algunas ocasiones solo «algo». Pero sin irnos del tema y hecha la declaración vamos al meollo del asunto: por qué nos gusta tanto esta comida al punto de considerarla un manjar:
– Sabores intensos que solo un reposo de aproximadamente 8 horas puede lograr. Preferentemente en temperatura ambiente.
– Un volver a degustar con mas paciencia y mejor animo un plato que la urgencia del mediodía nos hizo maltratar.
– Aromas profundos y unificados que van hacia un solo sentido: el nuestro.
– Homogeneidad y hasta cierta solidificación de sustancias que horas antes licuaban nuestro apetito.
– La tranquilidad de comer «lo que sobra» sin promover la caritatividad.
– La cena da una paciencia distinta y nos predispone a la degustación exacta de cada bocado.
– Ante nuestra timidez para esforzarnos a cocinar, la alegría infinita de tener un bocado ya cocinado por manos benditas, que podamos volver a calentar.
Finalmente y para ir cerrando, la comida recalentada de la abuela nos aporta sabores, olores y sensaciones que pueden ser redescubiertos a la hora de la cena, con animo renovado y paciencia de relojero. Bienaventurados aquellos que no desperdician las sobras, gastan menos gas o consumen menos micro ondas, evitan la alimentación de la vagancia y se animan a darle un toque de nuevo calor a sus viejas comidas!!!
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